La edad perfecta para acariciar mis heridas, mis imperfecciones físicas, emocionales y espirituales con amor, sin culpa, sin reclamos ni flagelos. Sabiéndome tan humana como nunca antes, teniendo claro que día con día sigo en construcción.  La edad para decir lo que siento y lo que pienso con empatía, con respeto, pero principalmente sin temor y teniendo claro que cada quien tiene el derecho de interpretar desde su realidad, desde sus creencias y/o carencias.  La edad para reconocer que mi mayor tesoro lo tengo bajo mi propio techo, es mi familia y eso no tiene precio, más si un valor incalculable.  La edad para reconocer que cada día mi libro de la vida amanece con una página en blanco por misericordia y por amor. La edad para reconocer que es mi responsabilidad escribir en esta página la mejor de las historias y ser agradable con ésta, a los ojos de aquel que pensó en mí antes de nacer.  Laura Camacho Alfaro, Psicóloga.

 No es broma que algunas veces cuando me lo preguntan me quedo en blanco, sé por dónde ando pero el número exacto lo olvido a ratos, y me encanta, porque un número no define nada.  Otras veces, dependiendo del tono, me gusta decir: aproximadamente 70, porque los años que tengo no son los que pasaron, qué va, esos nunca volverán, los que tengo son los que me falta vivir.  Tengo la edad en donde la vida se vuelve más simple, por ejemplo ya no me da pena pedir o decir lo que quiero, ni mandar para el carajo a quien se lo merezca, con ironía o diplomacia, lo que la asertividad me ponga en el corazón.  Tengo la edad en donde aprendí que es inútil preocuparse por su rastro en mi cara o cuerpo, simplemente me levanto cada día y eso sí, les doy amor a ambos, porque estoy agradecida con ellos por ser mi hogar en este mundo.  Tengo claro que el reloj de mi espíritu es distinto al de mi cuerpo, pero también sé muy bien que uno incide en el otro.  Y por eso voy liviana; de los años vivid

 Claro que quisiera que la Sele ya estuviera clasificada, para inspirarme, vibrar y soñar con más triunfos, pero la vida continúa, y los jugadores acabaron de debutar su partido, el mío sigue.  Y en este juego cada decisión y acción, por simple que parezca, puede generar bienestar o lo contrario, en mi vida y en la de los que me rodean.  Por eso el deporte siempre debería ser una influencia positiva en una sociedad, porque nos recuerda que en las competencias como en la vida, a veces se pierde, a veces se gana pero el hacer las cosas bien siempre sigue valiendo la pena.  La Sele sin duda nos representa frente al mundo y nos une como país, aún así mañana somos todos y cada uno de nosotros los que seguiremos construyendo país, los que conduciremos con prudencia o no, los que trabajaremos con amor y honradez o no, los que procuraremos tener familias unidas o no.  Hoy fue la Sele la que metió un gol, tal vez y ojalá mañana sea usted el que le esté metiendo goles a la vida.  Por m

 Es un poco feo lo que diré, pero sin perseguirlo hoy la vida me pone en el lugar para hacerlo así que aquí va, ¿total y qué?  Tengo ya meses de tener a un hombre a mi lado y aún no me hace sentir como vos en poco tiempo.  Tengo semanas de no llorar lo que con vos lloré en un solo día.  Él y yo somos dos seres humanos tratando de bailar un vals perpetuo y una odisea así no se salvará de tropiezos, pero ambos escuchamos la música.  Y son feas las comparaciones, pero qué diferente es tener una pareja, que aunque le cueste, se pueda poner en mis zapatos, definitivamente la empatía no lo soluciona todo pero sí lo cambia todo.  Te burlaste de mí por creerme fuerte...   Mejor y más barato te hubiese salido una sola voluntad para no cuestionar mi fuerza, que todos tu arreglos florales.  Aunque los romanticismos muevan el piso, las acciones mueven el cielo, y los dos juntos el universo.  Tan genio que no podés creerle a Dios y no pensaste en eso ¡Qué caray!  Pero en fin, mil