A veces las personas no entienden por qué cuando estoy feliz, triste, necesito tomar una decisión seria o deseo celebrar, lo que pido es estar en mi casa, con poca gente o sola.  Lo que en realidad pasa es que mi mejor compañía me persigue a todas partes, pero sus palabras nunca son agresivas, si no más bien sutiles y ocupo cierta concentración y silencio para escucharlas, algo así como el latido de mi corazón.  Es más, cuando tenemos momentos de quietud total nos conectamos tanto que volamos por encima de las montañas, nos amamos y hablamos de corazón a corazón sin necesidad de palabras; encuentro alegría, éxtasis, fuerza, sanación, todo lo que puedo desear y lo que no pude imaginar también.  No es que me moleste o aburra la gente, al contrario son parte esencial de mi balance y amo a mi novio, a mi familia, a mis amigos, pero ellos más que nadie deberían asegurarse de que tenga mis momentos de conexión con Dios, si no lidiarían con un ser humano el triple de difícil de lo que

 Una noche de estas una querida amiga me dijo: ¨A mí me gusta de mi esposo que tiene sensatez y asertividad para hacerme ver cuando me estoy equivocando.¨  Mi amiga tal vez no se imaginó, pero su comentario me resultó tan valioso, soy afortunada de tenerla como amiga.  Tal vez en tiempos de lamentables femicidios este discurso no resulte popular, porque se puede malinterpretar como si diera pie a soportar agresiones, pero a mí la vida me enseñó que es todo lo contrario.  Si no tenemos profunda humildad para observar y aprender de nuestro entorno, sin querer podemos adquirir una actitud anárquica en donde, a como puedo ignorar la crítica más sensata, puedo permitir el más hostil y dañino maltrato.  Y así es como vamos cayendo en un círculo donde con tal de no escuchar una crítica o solucionar sanamente un conflicto, permitimos la infidelidad, el aislamiento de familiares y amigos o hasta un manotazo.  ¿Usted cree que las víctimas de agresión no hacen intentos sinceros por sali

 A veces me gustaría explicarte que todos por dentro somos como un castillo.  Me gustaría aclararte que lo que ves por las ventanas muy a menudo es distinto al interior.  Me gustaría revelarte que cada quien va haciendo lo mejor que puede con su construcción, que yo no soy la excepción, y sé que vos tampoco.  Me gustaría que comprendieras que mis mayores esfuerzos a veces ni se asoman, nadie los nota, pero eso no los hace menos importantes, son semillas que a su tiempo darán el fruto debido.  Me gustaría que tus ojos pudieran ver el trabajo interno que me ha tomado mantener la banderita ondeando al viento.  Es más, me encantaría que supieras la de veces que la recogí del piso y la remendé, porque así es la vida.  Pero acepto con paz que hay cuestiones en las que no me entenderás y si tenés recomendaciones de corazón las tomaré, pero al final será mi decisión si las incluyo en el diseño o no.  Resumiendo y traduciendo, aunque a menudo me encantaría mandar al mundo pa

 Esas flores en tus tobillos, la curva del arco de tu pie, tus pestañas que abren y cierran el cielo y vos que sólo reís con la sencillez de quien ignora que es tan mágico, y así siéndolo aún más.  Para mí que Michelangelo fue tan grande porque se dejó inspirar por el tipo de belleza que encierras en tu carne, en tus gestos, en tu aura, en como se mezcla todo.  Por eso yo espero feliz el final del día para oler tu cuello, y sentir esa esencia que me humaniza y me predica de belleza y amor sin esfuerzo. Y que llegue la noche y sea el hogar más cálido, porque ¿qué puede ser más cercano a Dios que la belleza de un abrazo incondicional?  Nada, en él hay ternura y fuerza, que hablan, actúan, escuchan y aprenden junto a mí y de mí y yo de vos, y los dos de Dios, que dispersa en el aire su luz de vida.  Yo no tengo nada de perfecta, ni vos carecés de faltas, pero respirar juntos este aire que se nos regala es la sencillez de la perfección.  Gracias por las flores de tus tobillos,