A veces veo en los medios y en las redes sociales, que el mundo está impregnado de moral y heroísmo, campañas de concientización de todo tipo, rescate animal, protección al ambiente y al espacio astral.  Y yo me siento un ser humano horrible, porque la verdad es que en su gran mayoría las ignoro.  Pero después vienen episodios como el de la ambulancia atrás, a la que no sólo soy la única en darle campo, si no que después de orillarme, nadie me da espacio para reintegrarme al tráfico, y se me pasa, como a la rana.  ¿Cómo es posible que en esos momentos nunca están presentes las personas que diario le dan ¨like¨ y compartir a cuanta campaña de bien social y animal se les pone al frente? Ellos por supuesto que se orillarían también.  ¿Dónde están todos ellos, cuando el que viene en la ambulancia, más los necesita? ¿Dónde? ¿En una marcha contra la conducción temeraria?  No chiquillos, devuélvanse, la sociedad los necesita camuflados de persona común y corriente, con real sentido

 ¨Cuando me etiquetas, me niegas¨, Wayne Dyer .   Cuando etiquetamos a alguien o algo, inmediatamente le damos la espalda a toda su esencia, que por lo general no conocemos por completo.  El mundo, el sistema educativo y económico nos hace creer que es necesario definirlo todo.  La competencia por ¨saber¨ más nos convierte en expertos etiquetadores, no sólo de personas, si no de acontecimientos, religiones, costumbres, culturas, etc.  Me atrevo a decir que este tipo de comportamiento es la raíz de muchas de la tragedias humanas de todos los tiempos.   ¨No es lo que no sabemos lo que nos mete en problemas, es lo que estamos seguros de saber¨ Mark Twain.   Qué maravilla cuando un ser abre los ojos y descubre el engaño que implica el andar por el mundo definiendo qué es digno de su respeto y que no lo es.  Se convierte en un observador y por tanto, paradójicamente, en un real conocedor de lo que más se acerca a la verdad, sabiéndose habitante de un lugar en donde la abs

                                          Foto: Carolina Ureña   Italia, Ruinas de Pompeya ( enterrada en el  79 d.C por la erupción del Vesubio )                                                     Azulejo de pareja romana.  La sanidad de una persona que se sabe independiente, y que es feliz sola o acompañada, coexiste en perfecta armonía con el deseo de encontrar una pareja para compartir la dicha de vivir.  El asunto está en entender que mientras esa persona llega, la vida no se detiene, sigue brillando en todo su esplendor.  Por eso quiero compartir una carta que hice hace algunos días, a un hombre que aún no conozco, pero Dios sí.  Es hermoso tener fe en lo bueno, nos motiva a construir las herramientas que nos ayudarán a aprovechar al máximo la oportunidad en el momento que se cruce en el camino.  Cuando menos se lo espere, el amor de su vida aparecerá, y usted deseará estar preparado para cautivarlo a él o a ella, por eso yo hoy, aunque no sepa quien es, le digo

 A mis 30 y tantos recibo este año nuevo en una paz con la que no recuerdo haber recibido ningún otro, por eso escribo, siento un deseo enorme de compartir los tesoros que he descubierto, que me han liberado y enriquecido realmente.  Tal vez en otras ocasiones inicié el calendario más joven por supuesto, con una relación amorosa estable, más rica económicamente hablando, y podría seguir, pero nunca más cercana a mi verdad, al momento presente, nunca tan viva.  Y sí fui feliz muchas veces, pero el barro me alcanzó, me envolvió y justo cuando sentí que no tenía salida, emprendí el viaje que me trajo aquí, en donde al fin soy plena.  Eso no quiere decir que las estrellas ahora se alinean como yo quisiera, es que al fin entendí que eso es imposible, en otras palabras aprendí que mi felicidad no bebe depender de nada ni nadie.  Ayer escuchaba a Eckhart Tolle hablando sobre no ser preso de los pensamientos para así poder vivir a plenitud el momento presente, sintiendo el milagro de