Si no fuera por tu fuerza creadora dentro de mí, ¿de dónde sacaría valor para seguir amando libremente después de las heridas?  Si no fuera por tu mano potente liberándome, ¿bajo cuántas capas de miedo estaría cubriendo mis sentimientos?  Si no fuera por tus palabras santas y tiernas en mis oídos, ¿cuál sería la profundidad y anchura de las raíces de mis dudas?  Si no me amaras primero, ¿quién más lo haría?  En ti me muevo y existo, aunque a veces sin mencionarte, no hay un segundo que te deje de pertenecer, ni tan siquiera en los muchos que te fallo.  Ni en ellos te siento distante, porque tu amor no es como el mío, el tuyo no tiene rastro de egoísmo ni prepotencia.  Aunque prepotente eres por naturaleza, porque todo lo podés, y de ahí que a pesar de la diferencia pudiste achicarte a mi altura para abrazarme y nunca soltarme.  Y ese abrazo es mi paz, nos hemos amado, y de aquí en adelante nada será igual.  Te escucho en el viento, en el agua, en mis seres queridos, sos

 Foto: Carolina Ureña. Puede que mis conceptos suenen idealistas, poco reales, pero yo sé que no es así, y vos sin decirme nada, me lo recordás.  La matemática del amor, aunque descabelladamente loca, de alguna forma siempre alcanza la perfección.  Por eso te invito a empezar a desenvolver ese tremendo regalo capaz de dar sin quitar.  No pido nada para mí, yo sólo quiero que seas feliz, porque lo merecés tanto.  No tengas miedo, abre tu corazón, pero no a mí ni a nadie, sólo al verdadero amor.  Al que no se invento ayer ni hace un siglo, nació con la Creación porque viene del Creador, la fuente perfecta, que da sin esperar, que no ata, ni juega a engañar.  Veo más de lo que te imaginás, y en tu corazón vi uno que no merece menos que lo real, y aunque deseara ser yo quien te lo pueda dar, más deseo que lo recibás en verdad.  Que nadie le reste pureza a tu mirada, que no te vendan soberbia vestida de rosa sin espinas, yo sé que no es fácil engañarte pero a veces las al

 Llámeme hereje y en semana santa si quiere, pero nunca comprendí a un dios amoroso, necesitado de ver sangre en una cruz para perdonar a su creación por pecados que él en su omnipotencia le permitió cometer.  Pero un momentito, eso sí, soy una gran enamorada del MISTERIO de la Cruz, porque entendí que Jesús no murió en ella para hacer a Dios cambiar de opinión sobre mí, si no que para hacerme a mí cambiar de opinión sobre Dios.  Y eso lo aprendí de contemplativos como San Agustín, los sacerdotes Richard Rohr e Ignacio Larrañaga, seres increíbles que se atrevieron a ver de frente sus dudas y más allá de ellas, a Dios.  En todas las civilizaciones antes de Cristo existieron los sacrificios a los dioses (de humanos o animales), Jesús vino a renovar eso mostrando todo lo contrario, a Dios sacrificándose voluntariamente por su Creación.  La Cruz es un pacto de amor eterno, punto.  Dios nunca necesitó de una transacción de pecados o sangre para amar a la humanidad, su voluntad fue

 Si necesita que alguien lo deje de amar, no busque más, yo le tengo la solución:  Empecemos entendiendo que el amor implica un sacrificio casi constante del yo, por tratar de hacer feliz al ser amado.  Por eso cierto, es una tarea difícil la que está realizando el otro al amarlo, pero la misma le causa un placer tan inexplicable, que no lo dejará de hacer fácilmente.  Pero tranquilo, tampoco es para nada una tarea imposible.  Habrá escuchado que el amor siempre perdona, eso es verdad.  Pero, si pide perdón por un mismo error, reincidiendo en él sin muestra de avance, el que ama empezará a sentir que en lugar de desear perdón, lo que usted busca es manipulación, y ahí empieza la fragmentación sistemática.  Podrá mostrar intentos de avances, pero que no sean sinceros, porque basta el más pequeño acto de rectificación honesta para reforzar el sentimiento.  Al inicio puede parecer que no hay avance, pero si persiste le aseguro que cuando menos se lo imagine, verá los resulta