Sí he sentido envidia, ¿y qué?

 Se ha topado usted alguna vez con un ser ¨iluminado¨,  ¨especial¨ o como se le quiera llamar.

 Personas de esas que tienen una luz distinta, una alegría profunda, una capacidad casi mágica para ganar la admiración de los demás.

 Personas que sin perseguir nada lo bueno los persigue a ellos.

 A veces ante la luz que emanan tendemos a pensar que nacieron ¨con estrella¨  y nos parece que la vida los a premiado.

 Y seamos honestos, a menudo ese tipo de personas nos incomoda, es como si nos recordaran todo lo que nosotros no somos, todo lo que Dios nos ha negado a pesar de nuestros esfuerzos.

 Ante su brillo incluso nos podemos sentir amargados y frustrados.

 No tenga vergüenza, todos nos podemos llegar a sentir así, y aceptarlo es sanador porque nos permite explorar qué tan cierto es lo que la mente nos trata de vender.

 Para ilustrar lo que hoy deseo compartir tomaré como ejemplo la vida de uno de mis autores favoritos, Eckhart Tolle.

 Tolle ha sido considerado el maestro espiritual más influyente después de Dalái Lama, sus libros son oro puro y le han producido mucho más dinero, fama y estima de la que él se pudo imaginar.

 ¨Un día descubrí que había logrado lo que todo el mundo busca¨ asegura con toda naturalidad.

 Uno podría pensar que él nació con estrella, que Dios lo premió con una vida más fácil que la de los demás, pero si se conoce su historia a fondo, se adquiere otra perspectiva.

 Este alemán vivió 29 años de su vida batallando con una depresión suicida que un día lo llevo al límite y desde ahí su existencia cambió.

 Muchas veces son las limitaciones y dificultades las que ponen a las personas ante la necesidad inminente de dar el salto cuántico, de hacer la alquimia y brillar sin límites.

 Sólo cada quien conoce su universo interno de luces y sombras, y sólo cada quien se lo puede construir, lo de afuera es pura ilusión.

 No le compre a la mente el engaño de ser más desdichado que otro, no sólo es totalmente imposible de saber, si no absolutamente inútil y desgastante.


Con amor,
Carolina.