Cuando me etiquetas me niegas

 ¨Cuando me etiquetas, me niegas¨, Wayne Dyer.

  Cuando etiquetamos a alguien o algo, inmediatamente le damos la espalda a toda su esencia, que por lo general no conocemos por completo.

 El mundo, el sistema educativo y económico nos hace creer que es necesario definirlo todo.

 La competencia por ¨saber¨ más nos convierte en expertos etiquetadores, no sólo de personas, si no de acontecimientos, religiones, costumbres, culturas, etc.

 Me atrevo a decir que este tipo de comportamiento es la raíz de muchas de la tragedias humanas de todos los tiempos.

  ¨No es lo que no sabemos lo que nos mete en problemas, es lo que estamos seguros de saber¨ Mark Twain. 

 Qué maravilla cuando un ser abre los ojos y descubre el engaño que implica el andar por el mundo definiendo qué es digno de su respeto y que no lo es.

 Se convierte en un observador y por tanto, paradójicamente, en un real conocedor de lo que más se acerca a la verdad, sabiéndose habitante de un lugar en donde la absoluta veracidad es una utopía.

 La vida entonces deja de ser en blanco y negro y pasa a ser percibida como debería: en su gran amplitud de colores y tonalidades.

Del libro: Diamante Inmortal, de Richard Rohr. Traducción: ¨El alma espaciosa. Hay algo en ti que no es tocado por el ir y venir, subir y bajar, en contra o a favor de, o por los estridentes grupos de: totalmente bueno o totalmente malo. Hay una parte de ti que es paciente con ambos, el bien y el mal y los deja ir mostrándose gradualmente, exactamente como Dios lo hace. Hay una parte de ti que no se apura a los juicios. En lugar de eso se mantiene vigilante y paciente en la trágica brecha que casi todo momento ofrece...¨

 En esta dimensión que habitamos los absolutos son lo menos frecuente, casi nadie, por ejemplo, es totalmente bueno o totalmente malo, la norma general es una complicada mezcla de ambos, así lo ha permitido el Gran Creador.

 ¿Por qué entonces insistir en la necesidad de definir lo indefinible? No tiene sentido.

 Jesús lo entendió mejor que nadie, por eso Él no necesitó definir si amar a buenos o malos, si sanar a justos o pecadores, simplemente fue y dejó ser, amó y sanó a quien en su momento lo necesitaba.

¡Ojalá podamos ser más como Él!

Con cariño,

Carolina