Dicen que me volví más enojona ¿Y qué?

Sí, me volví más enojona, incluso recuperé mi capacidad de estar abiertamente furiosa ¿Y qué?

No le gusta este cambio en mí ¿Y qué?

 Ya no estoy en el infructífero negocio de quedarle bien a usted ni a nadie más que a Dios y a mí misma.

 Sus deseos son su responsabilidad y los míos, pues la mía.

 Si no le pido que me venga a solucionar problemas ni a pagar cuentas, ¿dígame como para qué voy a necesitar su aprobación?

 De lo único que dependo es de mi propia paz.

 Por eso, tampoco piense que me enojo por deporte, no, que cansado, pero si compra muchos números para la rifa, puede que se la gane.

 Sí le digo una cosa, ya no me siento orgullosa de aquella sonrisa capaz de resistir a las groserías.

 Y ojalá no delate su falta de conocimiento tachándome de cristiana arrepentida, porque de los evangelios aprendí que si me quiero parecer más a Jesús tendré que ser capaz de sentir tanto compasión como disgusto, para todo hay un momento.

 Y si me cuenta la parábola de la otra mejilla, le tendré que decir que a mí Cristo con ella me hizo una hermosa invitación a devolver mal con bien, y a veces el bien incluye una lección de auto respeto.

 Sepa que las palabras que acaba de leer, no tuvieron la intención de ser bonitas, pero sí sinceras.

 En el fondo sigo siendo buena, y sé que no hay más fino regalo que la honestidad.

Con inmenso amor,
Carolina.