Padres gigantes

Querida yo
Ahora me gustas más que nunca, me gustas toda.

A veces callada, a veces ruidosa, pero sobre todo como te dé la gana.

Olés a libertad a alegría y paz.

Y qué curioso, justo cuando los demás menos te importan es cuando más perciben tu aroma, pero en fin, ¡qué importa!

Estás aquí, sintiendo la vida recorrerte el cuerpo ¡Eso es lo único que importa!

El resto cae por su propia cuenta mientras sigás realmente presente aquí y ahora.

Es una fiesta esto de ir con vos por la vida sonriéndole a los extraños, pero no a todos, si no a los más extraños, que son quienes realmente lo necesitan.

Qué fiesta en el alma cuando la señora que se veía perdida en la oscuridad de la ciudad te sonrió, por los tres segundos que duró su risa, se sintió eterna.

Más fiesta el saber que te tendré siempre para verte sembrar alegría en el mundo.

Más fiesta saber que tu piel es la mía y eso ya es más de lo que necesito para sentirme realmente viva.

¡Que viva tu vida querida yo!

Con cariño,
Carolina.

Foto: César Fernández Fedullo.