La mayor prueba de que Dios existe, aunque nos cueste
entenderlo, es precisamente que no hay prueba.
Pero medítelo, ¿qué clase de Dios tendríamos si su Creación
estuviera obligada a creer en Él porque un teorema de
Stephen Hawking comprobara
al 100% su existencia?
En ese caso el Ser Superior se parecería más a Hugo Chávez
que al Dios eternamente amoroso y ¨caballero¨ que nos muestra la Biblia.
¡Qué mayor prueba de su amor que el hacernos totalmente
libres de elegir si hacerlo parte de nuestra vida o no!
¡Qué mayor muestra de poder autosuficiente que el elegir
tener Creación en lugar de súbditos!
¡Qué Dios tan ¨elegante¨ e infinito, cuán distante de las
pobrezas humanas que necesitan alimentarse de altivez!
A pesar de que pretendo que este espacio sea disfrutable
para personas con todo tipo de Credo o sin Credo, si deseo hablar con amor
sobre lo que ha traído paz y plenitud a mi vida, debo permitirme hablar de la
fe.
No ha habido ejercicio, hábito, práctica o pastilla capaz de
realizar las hazañas que la fe ha logrado en mi vida íntima, o sea, mi vida
real, la que en verdad importa.
Aunque en los peores momentos fue cuando más dude de la
existencia de Dios, ahora entiendo que estuvo bien hacerlo.
Lo cuestioné todo, di mil vueltas, busqué respuestas que
nunca encontré, me decepcioné y ya cansada de buscar, una mirada humilde me
hizo reconocer la firma del más amoroso Dios, en medio de lo único que encontré
en América, Asia, África y Europa: paradoja y misterio.
Justo cuando más me atreví a dudar, fue cuando sin
planearlo, mi fe se hizo ¨antibalas¨ porque en todo lo que no podía entender,
mi instinto encontró la misericordia de un Ser que me creó libre de tener que
entender, para poder amar y así disfrutar de lo mejor de esta vida.
¡Cuánto
sentido obtuvo todo!
Paradoja y misterio: No podía ser otra la firma de un Artista como el que describe el sabio libro
El Tao: Dios parece no hacer nada y al mismo tiempo
no deja nada sin hacer.
Desde el corazón,
Carolina.
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