¨Estoy
aquí para hablar acerca de un tema que ni en un millón de años me hubiese
imaginado estar hablando. Hoy debatiré en contra de la pasión.¨ Elizabeth
Gilbert.
De entrada
me causó curiosidad el argumento, aunque perdí un poco de interés al descubrir
que la charla sería impartida por una autora que tenía fichada de cliché, quien
saltó a la fama con el Best Seller autobiográfico, Comer, rezar, amar.
Pues nada
de cliché, una vez más la vida me sorprendió, así como lo hizo Gilbert al
demostrar su constante evolución como persona.
Después de
escucharla, le di gracias a Dios, por toparme una vez más, con una de esas
enseñanzas que nos tocan y sanan fibras del alma.
La
novelista empezó por declararse una gran apasionada, que desde niña se
obsesionó con ser una escritora, trabajó como mesera 10 horas al día, y llegó a
su casa cansada a escribir y escribir, hasta lograr publicar sus
libros.
Después de
su Best Seller empezó a dar conferencias sobre lo que había funcionado para
ella: ¨Encontrar esa pasión que enciende su corazón en llamas y perseguirla sin
desvíos¨.
Hasta que
un día, después de uno de esos eventos en Australia, una mujer le escribió una
carta en su muro de Facebook, extrañamente larga, lo que atrajo su atención y
de inmediato la leyó.
En dicho
post esta dama en resumidas cuentas le explicó como después de escucharla
hablar se sintió peor que nunca, porque tuvo la ilusión de oír algo diferente
de ella, no la cliché retahíla de encontrar la quemante pasión y perseguirla
sin fin.
La mujer
le dijo: ¨¿Sabe qué? Yo busqué dentro de mí incansablemente esa única y quemante
pasión de la que predican líderes de opinión como usted, hasta llegar a la conclusión
de que simplemente no tengo una, ¿será que mi vida está destinada al fracaso por
ésta razón?¨.
En ese
momento la autora dice haber experimentado una epifanía, pues descubrió que se
había atado tanto a su idea de seguir una pasión, que nunca ni tan siquiera
tomó distancia de ella para observarla y analizarla.
Así que
empezó a pensar en las personas que más admiraba, a hondar en sus biografías,
para descubrir si esos seres habían sido perseguidores incansables y sin desvíos
de una pasión.
Sorpresivamente
se encontró con que casi la totalidad de ellos fueron, lo que bautizó como
colibrís, que habían volado de una idea a otra, de una meta a otra, polinizándolas
todas, con desvíos y puertas secretas en el camino.
O sea, no
habían seguido su fórmula de encontrar esa única pasión, que los moviera por la
vida hacia el éxito, pero aun así lo encontraron.
Ellos desde su actitud,
más guiada por la curiosidad que por una sola pasión, construyeron vidas
plenas, maravillosas, e incluso encontraron sus pasiones, en donde tal vez
menos se lo imaginaron.
Ella terminó diciendo: ¨Si Dios lo creó así, como
un colibrí, que poliniza una idea por aquí, un sueño por allá, no tiene nada de
que lamentarse.¨
¨Cuando un ser como yo, creado por Dios de una
manera más fundamentalista, le diga que su vida es un fiasco, porque no se
enfoca en una sola pasión y no hipoteca su casa para seguir sus sueños, hágase
un favor, no le crea, el mundo necesita personas como usted, polinizadores de
ideas y sueños.¨
Nada que agregar, más que un abrazo a mis colegas polinizadores de sueños.
Con amor,
Carolina
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