Esta mañana escuché la canción Mi Credo, de Pepe
Aguilar, que suena bonito por cierto.
La misma
canta así: ¨eres mi credo (…) mi trébol de buena suerte, prefiero morir junto a
ti a no verte¨.
Me hizo
recordar una corta pero sustanciosa conversación que tuve con una psicóloga, en
donde ella me decía que muchas de las canciones de amor tienen mensajes que
incitan a actitudes enfermizas.
Escucho
todo tipo de música, la disfruto y me desgalillo cantando, me encanta.
Pero también
de vez en cuando analizo las letras y sí me doy cuenta de que una buena dosis
de criterio propio resulta sano para escuchar más de una canción por ahí.
¿Qué tal
que uno le creyera a Pepe Aguilar que una pareja es como un trébol de buena
suerte?
Sé que ciertamente
no soy la más experta en el amor, pero estoy segura que para nada se parece a
un amuleto que ahuyenta los malos momentos.
Caminando
hombro a hombro de un ser amado, se pasan momentos inolvidables y hermosísimos, pero si no
estamos listos para los difíciles también, no estamos listos para el amor.
¿O qué tal
que idealizáramos al ser amado al punto de volverlo nuestro credo, como también
dice Aguilar en su canción?
No creo
que sea muy acertado.
De nuevo,
mis experiencias no han sido las más perfectas, pero sí me han bastado para
darme cuenta de que, sobretodo en la convivencia, la admiración se sostiene de
un: a pesar de.
A pesar de
nuestras diferencias, tus manías, defectos, etc, mientras mantengamos un norte
en común, sigue valiendo la pena admirarte y amarte.
Si no hay
eso, olvídese, no hay nada.
La idealización
no permite la admiración sincera y sostenida, y sin admiración no hay amor.
Yo no sé
usted, pero yo en un ¨prefiero morir junto a ti a no verte¨ veo más trazos de
obsesión que de devoción auténtica.
Lo que sí
es romántico es la realidad de un buen amor, que admira lo bueno a pesar de lo
malo, y ama lo imperfecto de su pareja.
Con cariño.
Carolina.
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