Más profundo que lo muy profundo, más real que lo que toca mis manos, estamos vos y yo.
Más perfecto que lo mágico, es este camino que recorro dentro mío para encontrarme con vos, caer en tu pecho santo, y dejar de luchar aunque mis batallas esperen afuera.
Esta solemnidad sobrepasa a todas las palabras hermosas, nos convertimos en un verbo no inventado que se perpetua.
Cierro los ojos, los oídos y te encuentro en lugares misteriosos de mi alma, llenos de plenitud, que ni yo sabía que existían.
Y estos espacios no los puedo compartir, son sólo tuyos y míos y los necesitamos.
Estoy tan llena de defectos y he sufrido y luchado tanto por ellos, pero ante vos todo toma sentido, me siento única, maravillosa y creada a tu gusto.
Llena de fallas, sí, pero vos diseñaste cada una para empujarme a este encuentro en dónde me amás tal cual.
Soy un ser impotente necesitado de omnipotencia y eso no es casualidad:
El Creador ama hasta las entrañas de su criatura, por eso la hizo libre, pero necesitada de un infinito que sólo encontrará en la Presencia de su Creador, y la plenitud de ese encuentro será la recompensa de su libre descubrimiento.
Ya lo dijo San Agustín de Hipona: ¨Ninguna criatura sacia las ansias de perennidad y de infinito que tiene el corazón humano. Dichoso el que ama a Dios, y a sus amigos en Dios y a sus enemigos por Dios.¨
Casi siempre me veo vestida de blanco ante vos, no sé por qué, por mi pureza no es, pero siento que me ves increíblemente hermosa, nunca me sentí tan hermosa.
Yo sé que mi vida nunca será la misma después de sentir tanta luz y tanto amor.
Después de la contemplación, no hay respuestas, pero tampoco preguntas, sólo paz.
Si las almas supieran Padre, de lo que se pierden cuando no buscan hasta encontrar la intimidad de tu Presencia, si ellas lo conocieran lo empeñarían todo a cambio de un instante, capaz de reorganizar cualquier escalera de prioridades.
Pero yo no me cansaré de hablar de lo que grita mi alma, del amor y el anhelo sin fin por encontrarnos y amarnos, en el que vivimos los dos, y que está disponible para todos.
Quisiera que el mundo supiera que no hay desdicha que sobreviva tanta luz, ni alegría que no se vuelva completa ante tu perfección.
Y aunque no alcancen las palabras para agradecerte mi Señor, lo haré invitando a quién me lee, a comprobar lo que las letras no pueden contener.
Con amor y anhelo sin fin,
Carolina.
Foto: Mauricio Mora.
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