¿Cómo estás mi amor?
No omitás pormenores que de vos hasta una uña quebrada me importa, no exagero.
De mi parte te cuento que hoy vengo a decir ¡Gracias!
Y no exactamente por tus detalles románticos, que me encantan pero hay otros que me estallan el alma.
En las últimas semanas hemos realizado la verdadera odisea, y me faltan las palabras para agradecerte por la fortaleza.
Y es que es fácil no titubear en los buenos momentos, pero es cuando la cruda verdad destapa luces y sombras, sin embellecimientos, donde el amor realmente se pone a prueba.
Por eso decidí no esperar a que las emociones explotaran para enfrentar esta etapa.
Aunque aun pareciera un poco innecesario, la vida me enseñó que entre más pronto mejor.
Cuando se espera a un estallido para iniciar diálogos tan decisivos, por lo general ya habrán piezas con pérdida total.
Así que más pronto que tarde quise mostrarte la rudeza de mis heridas y te conté la parte quizás más aterradora para algunos: ellas son mis amigas y maestras.
Del dolor que me causaron me alejo cada vez más, pero aprendí que eso va de la mano con mantener cerca sus enseñanzas, por eso hoy soy más concisa y firme que nunca.
Y vos renegaste, sí, pero ni un segundo vi tu mirada titubear, y si has dado pasos no han sido hacia atrás, supongo que estoy ante un hombre de verdad.
Por eso aquí seguimos apostando a que sí, enfrentando la realidad de que no será fácil, aceptando errores, lo que siempre lleva hacia tiempos mejores.
Yo no quiero mundos perfectos de cartón, quiero mundos que se esfuercen por entenderse a pesar de ser distintos, como lo has hecho conmigo y pretendo siempre hacerlo con vos.
Por eso y tanto hoy te digo: ¡Gracias mi amor!
Sigamos creando puentes hacia una vida plena juntos.
Te ama,
Carolina.
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