Llena de humildad y sencillez, tratando de nunca molestar, y sin quererlo tan poderosa.
Me enseñaste que las grandes victorias del amor sólo se ganan cuando no se pretende ganar nada.
No me cuesta entender por qué Jesús puso la luna a los pies de su madre, si yo hoy humildemente pongo en los tuyos lo poco que tengo.
¿Cómo agradecerte, por dónde empiezo?
¿Por el brillo de tus ojos cuando me ves feliz, que me hace entender que mi felicidad se duplica en tu noble corazón?
¿O por la lucha incansable de tus valientes manos, quebrando paredes y construyendo otras, todo con tal de procurarme el bien?
Tu táctica es sencilla, no sos experta en psicología directa o inversa, pero tu desnudo amor siempre me conquistó y no tuve otra opción más que amarte.
¿Cómo no amar a quien todo lo da y nunca espera nada?
¿Cómo no amar la tierra fértil de donde surgen los mayores alimentos para el alma?
¿Cómo no amar a quien posee esa alegría mágica, a la que le basta la mañana para brotar y mojar a todos de risas?
Tu pasión por los bienes mayores hablan de una profunda sabiduría, que no conoce de soberbia ni altivez, que casi ni se sabe sabia, sólo feliz y por eso permanente.
Nada material te conquista, nada banal te impresiona.
Como madre sólo pides y exiges respeto y amor en el hogar, ya sabes que si eso hay, Dios se encargará de traer el resto en abundancia, porque los frutos de la fe, son los únicos que dan sin quitar nada.
Tu presencia en mi vida, es más fuerte que este corazón que perpetuamente ha latido junto al tuyo, ni la ausencia de esos latidos podrían nunca jamás borrar de mi alma el cariño y ternura que has depositado en ella.
Yo no sé quien seas para poder ser tan amada, un pedacito de Dios en la tierra, una luna que refleja su amor en mi mundo.
Sabes que sos poderosa en mi vida, porque mientras crecía en este mundo frío, mis raíces se acercaban a vos, atraídas por el calor de tu sola traza.
Pero aun sabiendo que todo lo que tengo es tuyo, nunca has querido tomar nada, porque nada necesitas, sólo amar, y eso te ha hecho esa musa de manos abiertas, con el mundo conspirando a su favor, a quien todo llega como añadidura del amor que entrega.
Vos me enseñaste mamita, la destornillada pero hermosa matemática del amor.
A todas las madres, en especial a la mía, mil gracias,
Carolina.
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