Foto: Mauricio Mora.
Sólo el título del libro me intrigó, las palabras poco decoradas tienen ese imán de ironía-verdad.
Por qué los hombres aman a las cabronas, de Sherry Agov.
Le diré que el libro es interesante y básicamente deja claro que por alguna razón el hombre, y yo me atrevo a agregar que en general el ser humano, se siente más atraído por una imagen fuerte e independiente, que por una difusa y necesitada de aceptación.
Lo curioso es que aunque no concuerdo con el enfoque, ya que estoy totalmente convencida de que en la conquista no hay mejor fórmula que la NO FÓRMULA, coincidimos en la creencia de que debemos admirarnos y amarnos a nosotros mismos profundamente.
Yo no creo que debamos hacerlo para que ningún ¨cabrón¨ nos ame, si no porque somos sustancia de Dios y no hay mayor placer que el sentirse auto amado y auto valorado.
Que en consecuencia eso nos haga interesantes, es simplemente cuestión de causa-efecto y ciertamente es valioso, ¡a quién no le gusta sentirse atractivo!
Pero ojalá no necesitáramos la motivación de conquistar a alguien más, para encontrar el valor de la autoestima.
Creo que en ese caso sólo estaríamos viendo la superficie del mar e ignorando la riqueza de sus profundidades.
Hay mundos infinitos por descubrir en la soledad poblada de la propia presencia.
Encontrará tesoros magníficos que no imaginaba llevar dentro, se lo digo porque lo he experimentado. Y no le mentiré diciendo que es fácil, pero se logra con consciencia y práctica.
Empiece por poner manteles largos para cenar con usted, tome tiempo para apreciar la belleza de su propio ser, y verá como poco a poco su sola presencia lo hará tan pleno que cada vez dependerá menos de los demás.
Cierto, eso paradójicamente lo volverá más atractivo, pero esa es la superficie del mar, la mayor riqueza está en la auto conquista y en descubrir que ninguna otra persona lo podrá hacer más feliz.
Cada uno de nosotros es una creación magnífica y completa, no fuimos diseñados para ser definidos por otro ser humano, ni para esperar ser observados para existir en plenitud, no.
Con pareja o sin pareja, recuerde que somos obras maestras del Omnisapiente Creador, capacitadas para amar en libertad, a nosotros mismos y a los demás.
Con cariño enorme,
Carolina
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