Parte de aprender a vivir el presente, es hacer de él un amigo, ¿qué sentido tiene enfocarse en añorar el pasado o en preocuparse por el futuro? Cuando ambos sólo viven en nuestra limitada mente.
Esa es mi forma de introducir el tema de ¨amores ilesos, de los de uno en un millón, de larga duración¨, como dice una de las más pegadas canciones del momento de Paty Cantú.
Aunque nunca me he casado, las experiencias amorosas, propias y de mis seres queridos, me han llevado a una firme conclusión:
El amor verdadero y duradero, va más allá del sentimiento, es también una decisión que vive en el presente.
Siempre es, no fue, ni será, porque nada auténtico en esta vida puede sostenerse de añoranzas (pasado) o dudas (futuro), todo lo trascendental se siente y se vive en un presente real y tangible.
En las parejas de esas de uno en un millón, he notado la capacidad de disfrutar lo que el amor es en cada etapa, sin forzarse a revivir las ilusiones de manos sudadas de los primeros meses, y sin vivir desconfiando y dudando sobre lo que será.
Foto: Roberto Suárez. Mis bellos y eternamente enamorados tía Tila y tío Francisco.
Además no hay sentimiento que sobreviva sin una firme decisión de abrazar el momento, hacerlo nuestro amigo y aprovecharlo para alimentar el amor.
Lo anterior aplica en la pareja, familia y amigos. Eso sí, las relaciones amorosas de larga duración enfrentan un reto particular, el ver las mariposas en el estómago emigrar con los años, y considero que una pareja madura debe estar lista para enfrentar esta realidad.
Pero es maravillosa también la conexión sólida y profunda que se construye entre dos almas con años de fidelidad y respeto.
Valorarla requiere valentía, decisión y compromiso, pero es un regalo tan hermoso que no perderá brillo a la sombra de ilusiones efímeras e inconstantes.
Si usted ha encontrado una orilla de amor y respeto, atrévase a sumergirse en sus profundidades, cada metro cuadrado tendrá una belleza particular y será su decisión disfrutarla plenamente o no.
No caiga en el error de quien pasó la vida entera cambiando de orilla, porque la superficialidad de todas le aburrió, y al final de sus días se dio cuenta de que nunca se atrevió a explorar la riqueza infinita que reside en las profundidades de un amor verdadero y duradero.
Con cariño,
Carolina.
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