A pesar de que ahora vivo gracias a Dios la
gran mayoría del tiempo en paz y plenitud, tengo una enorme empatía por las
almas que se sienten fragmentadas, bombardeadas por el miedo y la ansiedad.
Mi plenitud actual proviene de
ahí, fue ese desasosiego el que alimentó el ansia perenne de encontrar algo que
me superara a mí misma en todo sentido y pudiera entonces armonizar el random
de mis pensamientos.
Con muchas verdades me encontré, y una de las más valiosas
fue el entender que el Creador Supremo quiso que viviéramos en una dimensión en
donde el único momento posible de vivir es uno: el presente, y sus omnisapientes
razones tuvo para decidirlo así.
Por mucho que le preocupe su futuro o le duela su pasado,
trate de entender una realidad que por básica tendemos a ignorar: nunca, por los
siglos de los siglos un ser vivo ha podido vivir una milésima de segundo en el
pasado o en el futuro.
Qué liberador fue para mí el comprender la inutilidad
de una mente sobre activa, ocupada en mezclar pasado, presente y futuro,
comparándolos, haciendo ecuaciones entre ellos; que ejercicio tan inútil y
propio de una ignorancia letal.
Al desaparecer tanta tarea mental y emocional se abrió un
espacio enorme, que por amplio ya me permitió respirar mejor.
Pero además en él
la energía encontró su sano provecho en una sola tarea: construir el momento
presente, aportarle magia, amor, paz,
color y lo que desee, al fin y al cabo será sencilla la tarea porque hay sólo un presente a la vez.
Me encanta verme como una constructora de momentos mágicos,
en los cuales trabajo por mis sueños, lucho por mi bienestar, cumplo con mis
obligaciones, y disfruto de mi tiempo libre, todo lo anterior sin el peso de la
sobrevivencia, porque no sobrevivo, ¡vivo!
Con cariño enorme,
Carolina.
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