Despierte...
Si tiene un cuerpo sano, cuídelo y agradézcalo ahora, no espere a verlo enfermo.
Si tiene una familia, invierta tiempo de calidad en fortalecer los lazos, no espere a verla desintegrada para tratar de unirla.
Si tiene un buen amor, aliméntelo diariamente con acciones, no espere a verlo en otros brazos para desear haberlo hecho.
Si tiene recursos económicos, no espere a estar enfermo para disfrutarlos, pero tampoco a estar quebrado para bien administrarlos.
Lo más importante, si Dios está vivo en usted, diariamente saque tiempo para estar en su presencia, capaz de lo indescriptible.
En fin, no espere a perder para apreciar.
Yo sé que el vacío de lo que no está, hace más evidente su valor, por lo tanto es simplemente humano el tender a estimar más lo perdido que lo que se tiene.
Pero es tan humano como inútil y gracias a Dios también somos capaces de aprender del error.
Así que permítase si gusta, ver hacia atrás y cuestionarse, ¿qué ha sido más provechoso, valorar lo presente o añorar lo perdido?
¡Claro que valorar lo presente!
Porque nos vuelve poderosos, capaces de accionar en mil direcciones, para cuidar los regalos de la vida, mientras que el desear lo que ya no está nos reduce a un campo de acción dominado por el dolor y la preocupación.
Aún así lo segundo en muchas ocasiones no deja de ser tentador, y la razón no es que seamos mártires por excelencia o que nos falte lucidez.
Simplemente el círculo del descuido y la tristeza proporciona cierto confort porque nos des-responsabiliza.
Claro, es más fácil sentarse a llorar por la salud perdida, que el valorarla cuando la tenemos, porque lo último implica un accionar, como por ejemplo hacer ejercicio regularmente.
Y acá tenemos al eterna y platónicamente enamorado, incapaz de sentir atracción por la persona disponible, como lo dijo Facundo Cabral: ¨muy ocupado soñando con Thalia como para fijarse en Rosita, la vecina encantadora, que esperaba a ser mirada¨.
El problema de una vida así es que nunca alcanzará su potencial, porque el tiempo es ahora y lo que tenemos es lo que en realidad existe, el resto es pura proyección mental.
Por eso abrace, cuide y valore lo que tiene, y lo que perdió, déjelo ir.
El aire que respiró ayer no le dará vida hoy, despierte y dese cuenta que vivimos en la fragilidad de un momento, de un respirar y un palpitar de renovación constante.
Con sinceridad,
Carolina.
Foto: Mauricio Mora.
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