Foto: Mauricio Mora
“La palabra abandono desencadena en los auditorios una serie de desinteligencias, pero tengo que decirles que en realidad el abandono coloca a la persona a su máximo nivel de eficacia, productividad y potencialidad¨.
Así lo dijo el padre Ignacio Larrañaga con su estilo directo y fui yo la primera en sentirme “desinteligente”.
En ese momento no entendía tal posición ante la vida y pensaba: ¨si nos cruzamos de brazos el mundo estaría aún peor ¨.
Hoy le puedo asegurar que no hay poder más liberador, ni solución más brillante, que la proveniente de un alma profundamente abandonada.
Bien lo dijo el maestro Larrañaga sobre nuestras ¨desinteligencias¨, que nos hacen confundir al abandono con la pasividad, resignación y fatalismo.
¡Pero cuánto dolor y desgaste nos cuesta esa confusión!
Debemos aprender que el abandono ante lo que la vida nos presenta a cada momento, es el portal máximo hacia la eficacia, porque sólo abrazando la realidad tal cual, podemos acceder al panorama total de posibilidades y recursos.
Cuando resistimos mentalmente cualquier situación, entramos en una dimensión borrosa, confusa, que no nos exige cambios porque pretendemos no ver los problemas, pero sin darnos cuenta lo que logramos es desarrollar miedo y parálisis ante ellos.
Sí, el mundo suele ser injusto, la vida es frágil, los problemas nunca faltan, ¿y qué?, asimilarlo nos hará ver, como dijo Facundo Cabral, que ¨la vida es bello peligro¨ y por eso no nos aburre.
Para lanzarnos a las posibilidades primero tenemos que abandonarnos y aceptar.
Hagámoslo con alegría y convirtamos nuestra vida en una pieza de arte única e incomparable con lo que tenemos a nuestro alcance, que nos iremos dando cuenta que es más cuando reconocemos nuestra realidad.
Tengamos presente siempre que cada momento es una nueva oportunidad para encontrar en todo a Dios, que se viste de mil formas para premiarnos de asombro cuando lo encontramos.
Con amor inmenso,
Carolina
Comentarios
Publicar un comentario