Anoche, después de hacer la Romería, frente a la Basílica de los Ángeles, se me acercó una mujer y me dijo: ¨No le vengo a hablar de religión, quiero recordarle nada más que Jesús es el único obrador de milagros.¨
Sólo pude pensar: si ella supiera lo de acuerdo que estamos.
Tan de acuerdo que me inspiró hoy a invitarlo a usted a bajar a María un ratito del altar, para que pueda interiorizar a la mujer de carne y hueso.
A la que estaba orando un día, cuando el Arcángel San Gabriel la visitó, y le hizo ¨la pregunta del millón¨, si estaba dispuesta a quedar embarazada nada más y nada menos que del Hijo de Dios.
Ella dijo: ¨Sí¨.
Sí al riesgo, sí al posible desprecio de su familia, su prometido y la sociedad que la rodeaba, todo con tal de hacer la voluntad de Dios.
Y allí inició su vida de madre y esposa sencilla.
No la volvió a visitar el Arcángel, ni tan siquiera para fortalecerla en sus peores momentos.
¡Cuánto creé usted que le hubiese encantado a María la visita de algún arcángel, ángel o profeta cuando a la edad de doce años Jesús se le perdió en la ciudad de Jerusalén, sobre poblada en ese momento por la fiesta de la Pascua!
¨La vemos en la densidad de una oscuridad tremenda, como si las cosas sucedieran por azar, por acaso, como si todo fueran fuerzas ciegas.¨
¨¿Creé usted que la Madre se liberó de los complejos de culpa? Dios puso en sus manos al más excelso ser, y ella no sabía si era por su descuido o culpa, el hecho era que lo había perdido y ni una pizca de luz.¨ Ignacio Larrañaga.
Ella, sin alas ni magia, con su par de pies, posiblemente mal comida y mal dormida, recorrió Jerusalén hasta encontrar a su hijo.
Los años pasaron ¨Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia.¨ ¨Y su madre atesoraba todas estas cosas en su corazón¨. Lucas 2, 51-52.
Así fue su vida, silenciosa, pocas palabras pero exactas, pocas apariciones pero vitales, y reflejos claros de una personalidad de infinita sabiduría, bondad, elegancia, seguridad...
¨No hace falta que nadie agregue nada a María para engrandecerla, tal como ella aparece en los evangelios, su grandeza supera todos los parámetros de belleza humana.¨ Ignacio Larrañaga.
De esa María de carne y hueso, yo me enamoré, cuando la bajé del altar y la hice parte y modelo de mi vida, ella se convirtió en una fuente eterna de inspiración, amor y admiración.
Curiosamente fue en ese momento cuando la puse en el altar de mis grandes amores.
¨Mucha gente no siente simpatía alguna por una mujer aureolada, mágica, tan distante de nuestra condición humana(…) Lo primero que tenemos que hacer es recuperar a María para nuestra condición humana, se la ha alienado demasiado.¨ Ignacio Larrañaga.
Deseara que la mujer que anoche se me acercó supiera que el tener claro que sólo hay un Dios, y que María no fue más que un ser humano como yo, es el misterio que sostiene mi veneración y respeto hacia ella.
Lo quisiera simplemente para que esté tranquila y no sienta que con la Romería estoy ofendiendo a su Dios, quien es también el único mío.
Con amor,
Carolina.
Qué hermoso, Caro!
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